Un debate que no se ajusta a la realidad de nuestro país

Francisca Werth, jefa de Estudios de la Defensoría Nacional, señaló que según sus estudios, «la criminalización del delito de aborto es muy menor» y que «al buscar en los relatos de las mujeres las razones de la interrupción del embarazo se encontraron pocas justificaciones. Cuando se daban, se aludía a causas socioeconómicas o familiares, no mencionándose que la motivación del aborto fuese una violación, riesgo de su vida o la inviabilidad del feto».

Por este motivo, la reciente decisión de algunos parlamentarios de reactivar la tramitación de proyectos de despenalización del aborto en esas tres causales específicas reabre un debate que no se ajusta a la realidad de nuestro país.

Concretamente, respecto del así llamado aborto terapéutico cabe hacer notar que la implementación de un tratamiento destinado a salvar la vida de una madre embarazada se lleva a cabo hoy día en Chile siempre, en toda institución, como parte de la buena práctica médica, incluso si se sabe que esa acción terapéutica conlleva el riesgo de muerte fetal como una consecuencia no buscada.

No existen en las últimas décadas casos de pacientes o médicos que hayan sido condenados en una situación así. Cabe entonces preguntarse, ¿cuál es el propósito de insistir en despenalizar algo que no se penaliza?

La conclusión es bastante clara, como lo ha hecho ver con honestidad una reciente carta de un grupo de académicas de la Universidad Diego Portales: Iniciar la discusión sobre la despenalización del aborto libre, que es, por lo demás, la evolución observada en los países que lo permiten.

Es bueno transparentar este verdadero propósito de quienes promueven el aborto, para que la opinión pública no se confunda y para que la discusión tenga la sinceridad y altura que corresponden ante un tema tan delicado.

Las respuestas claramente evasivas de algunos parlamentarios cuando han sido inquiridos directamente a este respecto son muy elocuentes.

Dr. Jaime Godoy
Coordinador Comisión Cuidado de la Vida UC

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La solución no es el aborto

El debate social que hasta el momento se ha desarrollado no ha considerado los verdaderos problemas en los cuales se ve enfrentada una mujer embarazada en situación de vulnerabilidad.

Durante 15 años la Fundación Chile Unido ha recibido llamados de mujeres que están en riesgo de abortar. Nuestras voluntarias capacitadas acogen a esa mujer y le entregan la contención y el acompañamiento necesario para ir resolviendo aquello que la hace pensar en el aborto, por lo cual podemos constatar que el hijo no es el problema, sino que son el entorno y las circunstancias que en esos momentos de adversidad debe enfrentar. Son múltiples los motivos que nos refieren, pero los tres más determinantes son: la coerción o presión por parte de su círculo más cercano (que la presiona a abortar utilizando a veces la violencia); cuando el embarazo viene a interferir con su proyecto de vida (en su etapa escolar, universitaria o profesional) o por temor a contarles a sus padres o a sus parejas.

Al recibir este apoyo integral de la Fundación Chile Unido, un 85% de las mujeres que estaban en riesgo de abortar optan por la vida de su hijo, lo cual ha permitido que hayan nacido más de cuatro mil niños, que quizás no habrían venido al mundo y hoy sí son parte de nuestra sociedad. Detrás de cada uno de ellos, vemos madres agradecidas y orgullosas.

La experiencia de todos estos años acompañándolas nos permite afirmar que frente al anuncio de la despenalización del aborto, en los tres supuestos planteados, la solución no es el aborto.

En el caso cuando está en riesgo la vida de una mujer embarazada, los médicos siempre velarán por la vida de ambos y en la eventualidad de verse obligados a administrar un tratamiento, el cual produjera como efecto secundario el desenlace del ser en gestación, para salvar la vida más próxima, no es necesario cambiar la ley, pues esta situación no está penalizada.

Frente a un diagnóstico de inviabilidad fetal debiéramos reflexionar y preguntarnos: ¿Cuál es el Chile que queremos construir, aquel que respeta y protege la vida de todos, o, por el contrario, un país en el cual solo tienen cabida los niños sin anomalías o sin malformaciones?

Cuando una mujer sufre una violación, sin duda que empatizamos con su dolor, con su sufrimiento, ya que ha vivido una situación traumática; entonces, ¿no será más humano acompañarla y mostrarle que sí existen alternativas, para que no perciba como único camino el tener que decidir por la muerte de ese ser que espera?

Qué oportunidad más noble se nos ofrece como país para elaborar políticas públicas que garanticen un plan de acompañamiento integral para todas las mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad y a sus hijos, de modo que se tutelen sus derechos institucionales, precisamente en los momentos de máxima fragilidad humana.

 

Verónica Hoffmann C.
Directora Ejecutiva
Fundación Chile Unido

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Cristo siempre estuvo con los marginados

En el debate del aborto se habla mucho de no usar argumentos religiosos para defender la vida. En ese sentido, estoy de acuerdo en que la fe no se puede imponer. Pero esta carta no va dirigida a quienes no creen en Cristo, sino a todos los que nos declaramos cristianos. Seamos católicos, de otras iglesias cristianas, o incluso quienes no se quieren encasillar pero que dicen creer en Cristo y seguir sus enseñanzas. También a los políticos que se declaran cristianos.

Cristo siempre estuvo con los que eran considerados marginados e indeseados. Llegó hasta a entregar su vida para salvar cada una de las vidas en la tierra. No sólo los considerados justos, sino también a los considerados los más indeseados de todos. Los enfermos, pecadores, y hasta los criminales. Si Cristo estuviera en la Tierra hoy día, no dudaría un segundo en volver a entregar su propia vida para salvar del aborto a un niño no nacido.

Que ese niño venga gravemente enfermo o sea producto de una violación, a Él no le hace ninguna diferencia. ¿Por qué a alguien que se dice cristiano sí?

Ser cristiano no es un título, es acción.

Constanza Saavedra Caviedes.

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Abortar no borra en absoluto el trauma de la violación

Legalizar el aborto apelando a las circunstancias de una violación no es novedoso y muchas legislaciones consideraban este aborto antes que existiera conceptos tales como derechos sexuales y reproductivos.

Una violación es una situación tan abusiva, injusta, brutal y que vulnera dramáticamente la intimidad de la mujer y por extensión la sociedad toda. Por ello cuando resulta un embarazo la pregunta es ¿puede haber un hijo menos deseado que el nacido de una violación?

Entonces, qué hacer para reaccionar, como personas y sociedad, con justicia para todas las partes involucradas. Castigar debidamente al victimario, acudir en auxilio de la víctima y cuando se produce un embarazo ocuparnos de aquel hijo que no ha pedido nacer, pero cuya vida ya está entre nuestras manos.

¿Podemos además hacer pasar a dicha mujer embarazada nuevamente por otro trauma como es el aborto?

¿La contención psicológica y social que requiere una víctima de violación se cumple cuando el Estado le ofrece un aborto?

¿Se garantiza el castigo al violador con la muerte del hijo por nacer?

¿Podemos asegurar que lo mejor para ese hijo por nacer es negarle su oportunidad de vivir?

Abortar al bebé producto de una violación no borra en absoluto el trauma de la violación.

Abortar ese ser humano, parece más bien una revancha contra alguien que es inocente de los crímenes de su padre. Pero, que para su infortunio, es indefenso y está a nuestro alcance.

También nos dice que nuestro origen condiciona nuestro futuro. Que una sociedad acepte eso es consagrar la discriminación desde la cuna.

Obliga a la madre a enfrentar el hecho de terminar con la vida de su propio hijo, en una decisión que no tiene vuelta atrás.

Un embarazo vulnerable y no deseado como ese nos desafía como sociedad y personas a empeñarnos al máximo para acoger cuidadosa y ampliamente a esas víctimas. Pero también empeñarnos en la educación y especialmente en la prevención de estos abusos y la represión a los abusadores.

He ahí el camino, no es fácil, no es rápido, no es barato, pero es mejor que un aborto y vale la pena.

 

Mario Bravo.

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