Carta al Mercurio 8 de agosto

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La historia reciente de nuestro país nos enseñó que la vida humana jamás es un medio y siempre es un fin. Que no hay razones de ningún tipo, por graves que sean, que justifiquen la eliminación o el sacrificio involuntario de un compatriota. Que la dignidad humana jamás se pierde, sean cuales sean las circunstancias por las que ella transite.
Desgraciadamente, Chile es un país de frágil memoria, si es que alguna tiene. Lo único que ha dado algún resultado al respecto son eslóganes del tipo «Ni perdón ni olvido»; por lo demás, inteligente pasa de uva para unos elefantes con dudosa capacidad de acumulación de información.
Hoy se aprueba en nuestro país la idea de legislar en favor del aborto con argumentos que literalmente entierran la historia o francamente la desconocen. Ni qué decir tiene de los eslóganes… En un tiempo más, en Chile se podrá matar a inocentes con total impunidad, bajo la premisa de que hay vidas que no valen por sí mismas, sino según las circunstancias.
O sea, y al revés de lo que aprendimos hace cuarenta años, la vida humana será un medio y jamás un fin. Que sí hay razones de algún tipo, las que sean, que justifiquen la eliminación o el sacrificio involuntario de un compatriota. Que la dignidad humana siempre se puede perder, dependiendo de cuáles sean las circunstancias por las que ella transite.
Como diría Papelucho, «lo que sucede es terrible, muy terrible»… Y yo no sé si quiero vivir en un país así.
B.B. Cooper