Carta en respuesta a la Columna de Isabel Allende

Hablemos de Violación

Carta al Director El Mercurio Viernes 29 de Abril

 

Señor Director:

Algunas palabras en relación con la columna de opinión «Hablemos de violación», de la escritora Isabel Allende, publicada en «El Mercurio» el miércoles pasado, en que la galardonada literata invita a los hombres a imaginar en toda su magnitud lo que significa una violación.

Le rogamos a la señora escritora que antes de decir que el aborto se trata solamente del derecho sobre su cuerpo, que imagine que ella es la hija que aún vive dentro del vientre materno. Que sienta cómo late aceleradamente su propio corazón y sienta con sus pequeñísimos dedos el agua tibia que la rodea. Que escuche el rítmico latir del corazón de esa mujer que le es tan familiar y cercana. Esa mujer que es para ella, en los albores de su propia biografía, todo su mundo. Que visualice con detalle cómo esta de un minuto a otro ya no la protege y deja que la ataquen brutalmente. Sienta el primer contacto forzado que convierte el calor en frío húmedo y le genera un intenso dolor que la transfixia y que en minutos acaba con su vida… Pero que se detenga antes de eso. Le pido que sienta el dolor de la niña, el terror, la desolación.

¿Si ella pudiera poner el relato en la boca de esta niña, con el talento que la caracteriza, qué relato pondría? ¿No sería su relato una súplica de justicia? ¿No sería un grito de mujer a mujer advirtiéndole con todas sus fuerzas a aquella mujer ya no familiar y ya no cercana: «no soy parte tuya ni de tu cuerpo»? Y si las dos mujeres pudieran mirarse imaginariamente: ¿no se verían como en un espejo, ambas aterradas y en el más profundo desamparo? ¿No diría la niña temerosa a la angustiada mujer-madre: por qué debe ser destrozada mi historia?».

Probablemente no haya femicidio más espantoso en nuestra sociedad, que ha sido incapaz de evitar eficazmente la violencia contra la mujer, que el de una mujer asesinada en el vientre de una madre-víctima, que en su desesperación no fue capaz de distinguirla de una parte más de su cuerpo.

Necesitamos detener la violencia contra la mujer. Compartimos la lucha por una sociedad que trabaje por erradicarla. Pero la peor de las agresiones contra la mujer es la que se ejerce, al ser incapaz de ver a la más indefensa entre nosotras, la que clama por justicia desde el vientre materno, pidiendo que reconozcamos su existencia. Esta no apela al derecho a seguir sus estudios ni pide igualdad de oportunidades… No. Su súplica es más básica que eso. Se conforma con que la dejen vivir.

Con su voz silenciada por el agua, la niña sueña con que alguna vez alguien como la escritora, con ese indiscutible don que tiene, y la fama mundial que ostenta en este mundo de los «nacidos», le prestara su voz para narrar lo que ella vive.

Alejandra Florenzano; Antonio Muñoz Espina; María Rojas Cruz; Viviana Espinoza R.; Beatriz Shand Klagges; Carolina Aguilera M.; M. Ester Goldsack; Marcela Castillo H.; Rosario Rivadeneira H.; Montserrat Lemus M.; Rocío Strodthoff R-E.; Francisca Ferrecio P. (Esta carta la suscriben 500 personas)

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