¡Cuanta Pena!

Señor Director:

¡Cuánta pena ha embargado nuestras almas últimamente! Primero, por el abandono, la violencia y descuido sufrido por los niños del Sename. Al leer los informes, como han dicho algunos legisladores, ¡queremos llorar a gritos! Segundo, por el horroroso maltrato a las mujeres del país, retratado en el caso de Nabila Rifo, quien representa a miles que son abusadas en secreto y nunca reciben la justicia debida. Pero ahora pareciera que se avecina otra profunda pena ante la tramitación en el Senado del proyecto de aborto en tres causales.

¡Otro tristísimo y doloroso escenario para nuestras madres con embarazos vulnerables y nuestros bebés inocentes! Muchos niños serán triturados, quemados con ácidos,succionados por solo su deformidad o haber sido engendrados en violación. Ya existe el dolor al perderlos cuando hay que salvar la vida de la madre, pero cómo no llorar a gritos de nuevo cuando vemos que este círculo de muerte se agranda y avanza hacia un aborto libre. ¿A esto ha llegado nuestro Estado laico, a rechazar la vida en toda su divina regalía?

¿Abandonamos a los niños bajo nuestro cuidado, privamos a nuestras mujeres de seguridad y justicia, y en vez de protegerlas de la violación, pasamos leyes que dañan a las madres y legalizan la destrucción de los bebés dentro del vientre, el lugar más seguro de la Tierra?

Es por estas razones que una gran mayoría de los evangélicos del país han hecho pública su intención de rechazar esta ley de aborto, y un llamado a la consecuencia a nuestros parlamentarios que afirman estar comprometidos con el cuidado de la vida. Las casi 600 mil firmas por la vida ya entregadas a La Moneda demuestran lo que las encuestas por varios meses han estado reflejando: que Chile, en su mayoría, considera que no vale la adicional pena abrir las puertas a una cultura del aborto.

Alfred Cooper
Obispo Iglesia Anglicana Chile

 

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