Votar en conciencia y aborto

El Mercurio 28 de mayo

Si bien actuar en conciencia es un imperativo universal en todos los actos humanos, son estos quienes deben ser juzgados y no las personas, pues ellas pueden haber obrado por ignorancia o emociones que dificultan el juicio. No obstante, igualmente existe la obligación de formar la conciencia de manera de poder dar razón de nuestras decisiones. Esto es especialmente relevante cuando se trata de decidir en situaciones donde puede ser difícil distinguir lo bueno de lo malo.

Este discernimiento, sin embargo, es más claro cuando están de por medio bienes fundamentales para las personas y la sociedad, como la vida y la verdad. No matar, no atentar contra la integridad de las personas o no mentir están entre aquellos imperativos aceptados universalmente, en los cuales no se pueden aceptar excepciones. ¿Cómo explicar, entonces, que haya personas que consideran el aborto un derecho, y que es la mujer quien tiene derecho a elegir?

Mary Ann Warren, la gran defensora del derecho al aborto, percibe lúcidamente el problema al reconocer, como «una verdad autoevidente, que matar a un ser humano inocente es moralmente inaceptable y que si se reconoce que el no nacido es un ser humano inocente, no hay argumento ni razones de conveniencia ni de salud pública para justificarlo o legalizarlo». Y continúa: «Yo argumentaré que no es posible hacer una defensa satisfactoria del derecho de la mujer a abortar sin demostrar que el feto no es un ser humano en el sentido moralmente relevante».

Warren afirma que solo se llega a ser persona cuando el ser humano ha desarrollado ciertas facultades, como poder razonar, tener conciencia y autoconciencia. Solo entonces adquiere «los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad». En este sentido, la fijación de un umbral del comienzo de la persona posterior al evento fundacional de la fecundación no puede sino ser arbitraria. Con independencia de esto último, toda decisión de abortar siempre conlleva el reconocimiento implícito de la humanidad del ser en gestación, el cual será una mujer o un hombre completos si no hacemos nada que le impida serlo. Si no fuera así, ¿por qué se querría abortarlo?

No obstante, hay parlamentarios que, reconociendo la humanidad del no nacido, consideran que en algunos casos se podría justificar el aborto, no como un derecho, sino como un respeto a la voluntad de la madre de elegir. Se aduce que solo se está despenalizando el aborto y no confiriéndole el carácter de derecho. Lamentablemente, en el proyecto esto no está claro. Aquí se da, además, una falacia fácilmente comprensible si análogamente alguien piensa que se podría legislar cuando situaciones excepcionales justificasen el robo o la tortura. Lo que hay que enfatizar es que, sin duda, hay circunstancias que atenúan el mal moral en casos en que se mata a alguien que está violando a una hija, por ejemplo. Esto está consignado en el derecho y lo saben los jueces. Por eso, de hecho, no hay mujeres que se hayan practicado un aborto y que estén en la cárcel.

Así entonces, en vez de buscar razones para justificar el aborto en ciertos casos, es preferible buscar cómo paliar el dolor de las mujeres en esas situaciones, o eventualmente prevenirlas. La solución, en ningún caso, puede ser el homicidio de quien no tiene ninguna responsabilidad en ellas.

La ley tiene también una misión pedagógica, y aceptar cualquiera de las justificaciones para votar favorablemente la ley de aborto tiene implicancias muy profundas en cuanto a la cultura que queremos mantener y construir en nuestro país. Validar estas excepciones al derecho a la vida implica que estas se pueden extrapolar a otras situaciones. Por eso, la responsabilidad histórica de los parlamentarios de actuar lúcidamente, de discernir con una conciencia formada, tiene graves consecuencias para Chile. Con razón la madre Teresa de Calcuta, con gran sabiduría, expresó: «El aborto es la mayor amenaza para la paz». En efecto, ¿qué violencia es peor que aquella ejercida sobre un inocente que no puede defenderse?

Dr. Patricio Ventura-Juncá T.
Director Instituto de Bioética U. Finis Terrae

Prof. Jorge Martinez B.
Instituto de Filosofía Pontificia Universidad Católica

 

Fuente: El Mercurio