El aborto: «Una discusión madura, informada y propositiva»

El Gobierno camina hacia una ley de aborto. La Presidenta de la República la impulsa. «Chile debe enfrentar -dijo- en una discusión madura, informada y propositiva esta realidad, debatiendo en el Parlamento un proyecto de ley que despenalice la interrupción voluntaria del embarazo en casos de riesgo de vida de la madre, violación e inviabilidad del feto».

La Nueva Mayoría parece creer tener los votos para hacerlo. Entre ellos cuentan los de bastantes católicos que teóricamente rechazan todo tipo de aborto, pero «están dispuestos a estudiarlo». Algunos son de partidos del Gobierno y otros de la oposición. No se nos ha dicho que se quiere establecer el aborto ( ab-ortus , es decir, etimológicamente «privación de nacimiento»). Se usan palabras suaves como «interrupción del embarazo», que es ocultar la verdad de fondo, porque algo que se interrumpe es algo que luego puede continuarse, y en este caso no es así.

En el ámbito de la medicina se distinguen cuatro casos de «aborto provocado»: el llamado terapéutico, que se relaciona con una enfermedad de la mujer; el aborto eugenésico, que se relaciona con alguna enfermedad o malformación del que está por nacer; el humanitario, que está vinculado con la violación, y el psicosocial, que se vincula a la situación de inestabilidad de la futura madre por razones económicas o sociales. Pero todas ellas se oponen a una visión antropológica acerca de la verdad de la persona humana y ninguna justifica que se intervenga para quitar el, diríamos, «obstáculo» que puede significar el embarazo.

Lógicamente que estos planteamientos que justifican en muchas legislaciones el «aborto provocado» son penosos, dramáticos, y no se pueden simplemente desconocer. Es necesario escucharse y dialogar las razones de unos para proponer el aborto provocado en estos casos -que son exactamente los que la Presidenta ha enunciado en su mensaje- y las de otros que sostienen que en ninguno de ellos se puede resolver la cuestión quitando la vida al ser que ya está en su desarrollo intrauterino.

Un planteamiento que nos puede ayudar en ese diálogo es preguntarnos cuándo realmente se origina un «ser humano», de forma que intervenir sobre él directamente para que no continúe su desarrollo sería un aborto. Si se intenta resolver el asunto argumentando, por ejemplo, que la mujer es «dueña de su cuerpo», o que el ser que está en el seno «es parte o apéndice de la madre», entonces no habrá posibilidad alguna de diálogo. Desde el punto de vista científico-médico nadie sostiene esta postura.

El otro ámbito es preguntarse por la personalidad del ser que está en desarrollo, es decir, saber si lo fecundado es ya un ser personal, sujeto de derechos, al menos del derecho a vivir, o más directamente una persona. Algunos lo niegan y estiman que en esta etapa se puede anular una vida sin pasar a llevar derecho alguno. Hay sabios y grandes científicos en uno y otro bando. Sobre esta discusión cabe avanzar, para llegar a una proposición aceptada.

Por ejemplo, podríamos estar de acuerdo en que la unión del óvulo y el espermatozoide humano da lugar a «vida humana», un ser vivo de nuestra especie. Luego, también se podría llegar a un acuerdo de que este óvulo fecundado, luego preimplantado, aun antes de la anidación, posee un código genético propio, único e irrepetible. Su anidación y desarrollo no agrega nada al código que ya tenían al inicio. En esto también los científicos están de acuerdo.

Ahora, ¿este cúmulo de células humanas puede ser llamado «ser humano»? Los científicos nuevamente discuten. Pero aceptan que es «vida humana», como ya hemos dicho. Algunos piensan que no es propio desde el punto de vista científico adentrarse a decir si es o no «persona», ya que este es un concepto antropológico que no pertenece a la biología. También sabemos por la embriología qué sucede en cada una de las semanas de desarrollo de esa vida humana, cuando aparece cada órgano, el sistema nervioso y los signos de cierto desarrollo intelectual. Es decir, con los datos científicos nadie hoy niega que aniquilar el ser que viene es eliminar una vida corporal de nuestra especie en desarrollo, o diríamos una vida que tiene elementos claros de una propia personalidad y unicidad.

Cabría decir que estamos de acuerdo, a estas alturas, en que el aborto termina con «alguien», no con algo. Tanto los hombres de ciencia como los filósofos y los teólogos estarán de acuerdo en que desde el momento de la concepción estamos ante un hecho progresivo, continuo y constante, sin fisuras, es decir, un proceso que si no se interrumpe dará lugar a la llegada de un ser humano.

Nada hemos citado de la Biblia o de las enseñanzas de la Iglesia. Hemos intentado caminar desde la pura racionalidad. Si convenimos que, en efecto, se trata de un ser vivo, de la especie humana, con unicidad y desarrollo progresivo y constante, podremos luego decir que es una persona, sujeta a derechos y que, por tanto, en virtud de la dignidad de toda persona y de los derechos humanos fundamentales, nadie, por razón alguna, puede decidir coartarle su derecho a venir a vivir con nosotros.

Juan Ignacio González Errázuriz
Obispo de San Bernardo