«Hoy vivo el mismo sufrimiento, pero sufrimiento de vida y no de muerte. Salgo de las ecografías llorando, pero de emoción, no de desesperación. Puedo sentir a mi guagua, tiene nombre, se llama José»

vidaHay dos maneras de mirar la vida. Tengo 25 semanas de embarazo. A las 13 semanas, se le diagnosticó a mi guagua «acraneo-anencefalia»; una vez que nazca, morirá. Fueron semanas difíciles, y como dice Mariela en su carta del 05/02/2015, difícil es que otros puedan entender la angustia e impotencia que se siente. Es un sufrimiento que se vive bien sola. El diagnóstico no cambiará. No vendrá un cráneo y un cerebro a posarse en la cabecita de mi guagua, pero mi disposición frente a este «sufrimiento» (en mi caso gracias a la fe) sí cambió, y con esto me cambió la vida.

Hoy vivo el mismo sufrimiento, pero sufrimiento de vida y no de muerte. Salgo de las ecografías llorando, pero de emoción, no de desesperación. Puedo sentir a mi guagua, tiene nombre, se llama José. Y para mí (para nadie más), ya nació. Vive dentro de mí y lo más lindo, es que vive por estar unido a mí. Para el resto del mundo, José nacerá en abril. Ahí podré abrazarlo, quererlo, conocerlo y será parte de mi familia para siempre. José no sufrirá ni tendrá penas. Yo lo hice y lo estoy haciendo en su lugar. No hay nada más satisfactorio para una madre que eso.

Ahora estoy en paz; pensé que nunca volvería a estarlo. Mi doctor me lo advirtió. Vendrá un tiempo de shock, de rabia y luego vendrá la paz. Yo ya pasé la barrera de las dos primeras. Invito a Mariela y a todas las madres a regalarles vida a sus hijos y no muerte. Pensar en ellos y no en nosotras. Aprovecharlo y no perdérselo. Invito a la Sra. Bachelet a hacer conciencia de que, despenalizando el aborto, nos estaría impulsando a miles de madres a tomar una decisión de vida o muerte en un minuto en que nuestras cabezas se encuentran viajando por otro planeta. Y cuando volvamos, ya habremos abortado… y no habrá vuelta atrás. Pasemos la barrera de la angustia. ¡No tomemos decisiones arrebatadas! Después viene la paz ¡y nos sentiremos heroicas!

Bernardita Vial de Bärthold

Carta a El Mercurio

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Fidelidad

Una virtud, por admirable que sea, se queda trunca si no permanece hasta el fin, con una pureza y lozanía acrisoladas en la dura prueba del tiempo y la adversidad. Por eso la fidelidad es la corona real de toda virtud; el peso y medida moral de un ser humano.

Fidelidad al programa de gobierno es hoy el grito prevalente una vez presentado el proyecto de ley de aborto. Pero ese proyecto contiene y exige múltiples traiciones. Traición a la Constitución, que garantiza el derecho a la vida de toda persona inocente, la igualdad ante la ley, la libertad de conciencia, de culto y de emprendimiento.

Traición a un fallo inapelable del Tribunal Constitucional, que reafirma el estatuto de persona desde el momento de la concepción. Traición a la ley, que en el Código Civil ordena proteger de todo peligro la vida del que está por nacer. Traición al juramento médico: «a nadie daré una droga mortal».

Traición a la doctrina penal y procesal, que estigmatiza como homicidio el matar a otra persona que no es ilegítimo agresor, y obliga al funcionario público a denunciar ese crimen. Traición a la naturaleza, que confía el tesoro de una vida ya concebida al diligente cuidado de sus padres, del profesional de la salud y del sistema protector del Estado.

Traición a la Patria, que de tierra de padres degenera en tierra de verdugos y sepultureros. Traición a la Nación, porque impide nacer. Traición a la mujer, porque le mata su alma y vocación de alumbrar la vida. Traición a la idiosincrasia de Chile, rica en solidaridad y predilección por el más débil. Traición al desarrollo y esplendor nacional, porque las naciones que hacen matar a sus hijos inocentes no tienen futuro.

Traición a la verdad, porque el proyecto encubre la real intención de sus autores: aborto por deseo. Traición al ideario de izquierda política, porque el aborto por deseo supera toda la carga letal atribuida al neoliberalismo. Traición a los principios fundacionales de la Democracia Cristiana, porque no hay nada más totalitario y anticristiano que un Estado que autoriza, protege y financia a los sucesores de un momificado faraón egipcio.

Traición al sentido común, que ordena solucionar los problemas y no matar a quienes los ocasionan o sufren. Traición al principio fundamental de toda ética: hacer el bien y no hacer mal al prójimo inocente. Traición al alma de Chile, concebido y nacido para ser pueblo de la vida y para la vida.

No es necesario presentar argumentos de fe contra el aborto: razón, ciencia, historia y derecho son suficientes. Pero un país de raíz e identidad cristiana no puede ignorar la sentencia con que Cristo, habitualmente manso y humilde, fulmina a quienes egoístamente traicionan la fidelidad a sus más pequeños hermanos: «¡sean eternamente malditos!».

Padre Raúl Hasbún

Fuente: Diario Financiero

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Fidelidad

  • noah_testimonioUna virtud, por admirable que sea, se queda trunca si no permanece hasta el fin, con una pureza y lozanía acrisoladas en la dura prueba del tiempo y la adversidad. Por eso la fidelidad es la corona real de toda virtud; el peso y medida moral de un ser humano.

    Fidelidad al programa de gobierno es hoy el grito prevalente una vez presentado el proyecto de ley de aborto. Pero ese proyecto contiene y exige múltiples traiciones. Traición a la Constitución, que garantiza el derecho a la vida de toda persona inocente, la igualdad ante la ley, la libertad de conciencia, de culto y de emprendimiento.

    Traición a un fallo inapelable del Tribunal Constitucional, que reafirma el estatuto de persona desde el momento de la concepción. Traición a la ley, que en el Código Civil ordena proteger de
    todo peligro la vida del que está por nacer. Traición al juramento médico: «a nadie daré una droga mortal».

    Traición a la doctrina penal y procesal, que estigmatiza como homicidio el matar a otra persona que no es ilegítimo agresor, y obliga al funcionario público a denunciar ese crimen. Traición a la naturaleza, que confía el tesoro de una vida ya concebida al diligente cuidado de sus padres, del profesional de la salud y del sistema protector del Estado.

    Traición a la Patria, que de tierra de padres degenera en tierra de verdugos y sepultureros. Traición a la Nación, porque impide nacer. Traición a la mujer, porque le mata su alma y vocación de alumbrar la vida. Traición a la idiosincrasia de Chile, rica en solidaridad y predilección por el más débil. Traición al desarrollo y esplendor nacional, porque las naciones que hacen matar a sus hijos inocentes no tienen futuro.

    Traición a la verdad, porque el proyecto encubre la real intención de sus autores: aborto por deseo. Traición al ideario de izquierda política, porque el aborto por deseo supera toda la carga letal atribuida al neoliberalismo. Traición a los principios fundacionales de la Democracia Cristiana, porque no hay nada más totalitario y anticristiano que un Estado que autoriza, protege y financia a los sucesores de un momificado faraón egipcio.

    Traición al sentido común, que ordena solucionar los problemas y no matar a quienes los ocasionan o sufren. Traición al principio fundamental de toda ética: hacer el bien y no hacer mal al prójimo inocente. Traición al alma de Chile, concebido y nacido para ser pueblo de la vida y para la vida.

    No es necesario presentar argumentos de fe contra el aborto: razón, ciencia, historia y derecho son suficientes. Pero un país de raíz e identidad cristiana no puede ignorar la sentencia con que Cristo, habitualmente manso y humilde, fulmina a quienes egoístamente traicionan la fidelidad a sus más pequeños hermanos: «¡sean eternamente malditos!».

    Padre Raúl Hasbún

    Fuente: Diario Financiero

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Debate sobre el aborto.

 

 

Años atrás, y con 5 meses de embarazo, Raimundo y Bernardita recibieron una triste noticia. Tras un control médico, la ecografía mostraba en su hijo un retardo en el crecimiento, ausencia de riñones y falta de líquido amniótico. El diagnóstico fue claro, un síndrome denominado Secuencia de Potter: el feto sería genéticamente incompatible con la vida fuera del útero.

El proceso posterior a la noticia no fue fácil. Se enfrentaron a un dolor muy grande y a la posibilidad real de adelantar el parto para evitar el sufrimiento que esto conlleva. Pero su decisión fue clara: él era su hijo desde el minuto de la concepción y lo mantendrían con ellos hasta que estuviera listo para nacer.

Este hijo soy yo, y hoy con 26 años de edad, tengo una vida completamente normal, siento, pienso y tomo decisiones con libertad. Estoy agradecido de que mis padres hayan podido seguir con ese embarazo y haberme dado la posibilidad de vivir.

Según sus palabras, la paz y tranquilidad que sentían en ese entonces -independiente del desenlace que hubiese habido- llegaron en el minuto en que decidieron esperar hasta el final.

De aprobarse el proyecto de ley que despenaliza el aborto terapéutico, podría ocurrir que guaguas condenadas por su diagnóstico no tengan la misma oportunidad que yo tuve. Interrumpir un embarazo con nulas probabilidades de éxito puede finalmente tener un resultado positivo.

Hago un llamado a las autoridades a tener una discusión consciente. Que se le tome el peso real a lo que está en juego, y en donde se tenga claridad de que estas decisiones pueden quitarle a alguien la posibilidad de desarrollarse en esta vida.

Vicente Manterola Covarrubias

Fuente: El Mercurio

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